miércoles, 22 de febrero de 2012

NARRATIVA CONTAMINADA POR EL MAL DE LOS FILÓSOFOS

Conversación
Gonzalo Hidalgo Bayal
Tusquets Editores, Barcelona, 2011, 238 páginas.


Ciertas circunstancias extraliterarias pueden, sin duda, influir en la consolidación de una carrera como escritor. Una de ellas es el sello editorial. Gonzalo Hidalgo Bayal fue siempre un excelente narrador. Sus libros así lo demuestran. Pero el hecho de que sus primeros obras fueron publicadas por editoriales poco conocidas sumió a la producción literaria de este escritor en la penumbra, por no decir en la invisibilidad. Hasta que una editorial de primera línea como Tusquets Editores reeditó Paradoja del interventor y poco después Campo de amapolas blancas. En la actualidad Hidalgo Bayal es un autor fijo de la casa editorial barcelonesa, donde ha publicado El espíritu áspero y recientemente los relatos de esta colectánea que es Conversación. Mas Hidalgo Bayal fue siempre y sigue siendo el “insólito y excelente escritor”, apelativos con los que se le está promocionando ahora, pero merecidos desde siempre.
Atendiendo a su forma, Conversación se estructura en cinco relatos apoyados en el diálogo, en la conversación. Al lector lo pone tras la pista la definición de conversar que aparece en el Tesoro de la lengua española de Sebastián de Covarrubias, colocada en el frontispicio del libro. La razón narrativa, dialógica, gobierna pues el perfil de estos cinco relatos, sin excluir el último, “Reparación”, un soliloquio transitivo donde un anónimo yo protagonista enclaustrado y prisionero de rutinas, se dirige a un tú, su postrer interlocutor para hacerle partícipe de las peripecias del reparador.
En cambio, la sustancia de Conversación, su esencia diagética, está presidida por otra razón: la razón ética en algunos momentos, filosófica en general, que genera temas del vivir diario, empapados de reflexiones filosóficas y conflictos morales e intelectuales. Desde esas “raíces rotas” de los presocráticos que impregna el relato “Aquiles y la tortuga” hasta las reflexiones sobre el misterioso poder del lenguaje y ese interrogante abierto sobre la identificación entre literatura y verdad (“Hablo, como comprenderéis, desde el punto de vista literario, el único punto de vista en el que se sostienen las verdades”, página 91).
Pero no es el único relato contaminado por el mal de los filósofos (“una especie de fiebre o de locura que los griegos llamaban pantápasi manikós, página 70). La razón ética deja sentir su presencia en los cinco relatos. Está presente en el que inaugura el libro, “Kalé heméra”, un texto de hechura realista, cimentado en una sencilla trama de la aventura erótica en los años de juventud y que deja una huella en el protagonista, no de orgullo donjuanesco por la conquista, sino de compasión hacia una mujer indecisa entre la fidelidad matrimonial y el deseo de experimentar nuevas sensaciones. Así mismo en “Corzo”, un relato con el que Hidalgo Bayal retorna a la desabrida geografía de su novela El espíritu áspero (2009), que actúa como telón de fondo en una historia contada por duplicado con dos versiones o variantes distintas, lo que nos permite vislumbrar que las existencias humanas están condenadas a ser relatos con múltiples versiones, porque la palabra humana resulta casi siempre insuficiente para destripar el misterio del ser humano. “Monólogo del enemigo” es el cuento donde el escritor se viste de moralista -un moralismo exento tanto de didactismo como de maniqueísmo- para seducirnos con una profunda cavilación sobre el odio que es superior al ser humano.
Le pone el ramo al volumen otro relato impresionante, “Reparación”, repleto de enigmas, desnudo de los componentes canónicos del cuento e impregnado por un agobiante y claustrofóbico clima kafkiano, comunicado desde perspectivas casi imposibles, pero pleno de reflexiones sobre la naturaleza humana y las barreras de hombres y mujeres para comunicarse.
Textos, en definitiva, sumamente ricos en significado y connotaciones, rebosantes de trama, construidos con maestría, con narradores que son auténticos brujos equilibristas del lenguaje, un lenguaje que Hidalgo Bayal conjuga en una modulación clásica, realista y descriptiva, sin renunciar a ciertos artificios retóricos, basados en simetrías distribucionales, como los abundantes y arriesgados palíndromos, presentes en algunos de los relatos (“Saúl Olúas”, “Acaso los siervos obréis solos acá”, página 55). Escritura pues para paladares exquisitos que saben apreciar delicados manjares literarios.

Francisco Martínez Bouzas



Gonzalo Hidalgo Bayal


Fragmentos

“La mujer me acompañó hasta la puerta y me dio la mano. Es una pena, dijo, podíamos haber hablado de muchas cosas y estoy segura de que habría aprendido mucho griego. Insistí en que no se preocupara. Entonces, sin soltarme la mano, me dio un beso en la mejilla. Adiós, dijo. Proseguía sin soltar mi mano. Algo debió de cruzar de pronto por su mente, una luz fugaz, una ocurrencia traviesa. No sé. Entonces me miró y me dio otro beso, muy suave, con los ojos llorosos y el cuerpo estremecido. Yo me quedé inmóvil, perplejo, indeciso. Ven, dijo. Y, como quien es conducido con resignación al matadero, como quien se presta a un sacrificio inaplazable, caminó delante de mí, llevándome de la mano, hasta el dormitorio, donde entramos como dos adolescentes indefensos e  inofensivos. A las doce y media me dio la mano por tercera y última vez en la puerta de la casa. Si hubieras sido mi profesor de griego, esto no hubiese ocurrido, dijo. Y me pidió un favor: que lo recordara siempre y que nunca lo contara”
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“Así como sobre la columna decapitada no se sostiene hoy el templo, pero sí se sostiene la arquitectura occidental, así también una frase rota de Heráclito o Parménides no sostiene nada más que vagamente el pensamiento de sus autores, pero fundamenta los sólidos muros y el edificio entero del saber del mundo.”
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“No basta el odio para ser enemigos, dijo mirándonos serenamente desde la penumbra del local. No basta el odio, repitió. Acabábamos de asistir a la escena de una degradación,  a una humillación más pintoresca que cruel, en la oscuridad de media tarde de una pequeña cafetería lateral, pero todo lo que el hombre dijo, al principio, fue solo eso. Miró a su copa y pronunció despacio, con mansa tristeza, esa frase rotunda. No basta el odio para ser enemigos, no basta el odio.”
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“Siempre me ha gustado poner nombres a las cosas y a los acontecimientos, una especie de furor taxonómico que me acompaña y reconforta desde que me senté, años ha, en ese augusto sillón. La vida es ver pasar. Me digo. Para algunos, añado, como yo mismo. Para otros vivir es volver, como para el reparador. Que a unos nos toque luego ver y a otros volver, depende del azar, de los dados del destino, del malicioso arbitrio de los dioses. Volver o ver volver: de eso se trata y, no hay que darle más vueltas, eso es todo.”

(Gonzalo Hidalgo Bayal, Conversación, páginas 20-21, 66, 125, 173)