jueves, 22 de marzo de 2012

RAYMOND CARVER, LOS AÑOS DE PROPINA


Carver y yo
Tess Gallagher
Selección y traducción de Jaime Priede
Bartleby Editores, Madrid, 181 páginas.

  

Primer aviso para navegantes de este insondable mar de las letras: que nadie se acerque a este libro pensando que va a hallar morbosos secretos de alcoba. Ni siquiera la novela rosa en la que Maryan Burk, la primera mujer de Carver, convirtió su matrimonio y plasmó también en un libro. No, este es el libro de una gran escritora, Tess Gallagher, en el que recupera y reconstruye su relación con Raymond Carver. La personal y la literaria.
Pero invoquemos a la historia. Raymond Carver está considerado uno de los grandes escritores de América, un icono, junto con Chéjov quizás el mejor cuentista del siglo XX. Padre del realismo sucio y uno de los pilares del minimalismo, posiblemente debido a la poda que de muchos de sus relatos hizo su editor, Gordon Lish. Carver falleció unos meses antes de cumplir los cincuenta años. Sumergido durante más de media vida en el alcoholismo. Sin embargo, permaneció ebrio los últimos diez años de su existencia. Precisamente los años que vivió al lado de su segunda esposa, la poeta Tess Gallagher. Fueron los años “de propina”, como él mismo los definió, que compensaron las numerosas bajadas al infierno de las primeras cuatro décadas de su existencia. Carver dejó de beber el 2 de junio de 1977. Poco después conoce en Dallas a la poeta Tess Gallagher. Su vida en común fue inmensamente placentera, aunque tuvo que ver más con el instinto que con el azar, pero Carver fue feliz. Su vida en común ya forma parte de la historia de la literatura.
Y Tess Gallagher en el año 2000 escribe Soul Barnacles. Ten more years with Ray, libro del que Bartleby Editores selecciona aquello que puede ser de interés para el lector español. Un libro de mucha calidad, escrito no como homenaje al marido fallecido, sino para legar una idea de la vida en común, del goce de los viajes que hicieron juntos. Y también para dejar testimonio de los acontecimientos importantes que acontecieron después de la muerte del escritor, como la adaptación de los relatos de Carver en la película “Short Cuts” (“Vidas cruzadas”).
Un libro misceláneo pues, en el que la autora se mueve con gran serenidad entre el pasado y el tiempo actual de la escritura y nos hace presentes momentos importantes de esa propina que fueron los últimos diez años del escritor. El fluir de la relación entre ambos está perfectamente reflejado en la imagen – símbolo: la palabra “colibrí”. Tess Gallagher escribe que el canto del colibrí se solapaba mientras los dos trabajaban. Y Carver concluye el poema titulado “Colibrí” con estos versos: “…Cuando abras / mi carta recordarás / aquellos días y cuánto / cuantísimo te quiero”.
Raymond Carver y Tess Gallagher
El texto reúne, como digo, material heterogéneo. Se inicia con el diario de un viaje realizado por la pareja por Europa en abril de 1987. París, Alemania, Suiza, Italia, Inglaterra, Irlanda. Encuentros con editores y amigos como Salman Rushdie o Richard Ford. A continuación un artículo publicado en Granta en otoño de 1988, en el que testimonia que, tras haber cruzado un desierto de desesperanza, ella tuvo el privilegio de ver cómo el escritor se convertía en un hombre feliz, que, pese a saber el poco tiempo de vida que le quedaba y al pánico que le provocaba el tumor cerebral, eligió trabajar y escribir sus poemas. Le siguen prólogos, las cartas cruzadas con Robert Altman, director de la película “Short Cuts”, entrevistas y artículos en los que, una vez superado el dolor y el vacío, Tess Gallaguer, casi temiendo cometer un sacrilegio, nos ofrece la radiografía vital del hombre que amó y por el que fue amada. Juntos vivieron días de gran plenitud y hasta descubrieron que podían volar al revés como los colibríes (página 157).
Así pues, un mosaico de ese brillo nocturno en la memoria que sigue siendo Carver para el alma de la que fue su mujer. Un libro luminoso que no sólo nos introduce en las claves de algunos textos de Carver y en la esencia de la experiencia amorosa, sino que también homenajea, desde la serena tristeza y la aflicción lírica, al hombre y al artista, cuyo último fragmento, hoy convertido en imagen icónica del amor y un puente entre la vida y la muerte, dice así:
                                                    
“¿Y conseguiste lo que
  querías en esta vida?
  Sí, lo conseguí.
 ¿Y qué querías?
  Considerarme amado, sentirme
  amado sobre la tierra”