viernes, 4 de mayo de 2012

PRUDENCE GUADAGNI TIENE SU JARDÍN

El Jardín
Constance Fenimore Woolson
Traducción de Israel Centeno
Ilustraciones de Ximena Maier
Editorial Periférica, Cáceres, 2010, 93 páginas.


Constance Fenimore Woolson (1849-1894) es una escritora norteamericana totalmente desconocida en España. Sobrina nieta de James Fenimore Cooper, autor de El último mohicano. Se inició en la escritura con relatos en dos prestigiosas revistas americanas. Con aproximadamente cuarenta años, se trasladó a Europa en donde cultivó una gran amistad con Henry James, amistad que dio pie a que se hablara de que existía un romance entre los dos. Como consecuencia directa o indirecta de una depresión, falleció en Venecia, al tirarse o caerse de o por una ventana. Como escritora se hizo popular con su serie Relatos de los Grandes Lagos, la novela For the Major (1883) y otras narraciones de diversa extensión publicadas póstumamente, entre ellas Front the Yard, editada por primera vez en España con el título de El Jardín. Editorial Periférica nos brinda una excelente edición. Todo lo que configura el paratexto (ilustraciones, papel, cubierta) es de primera calidad.
El Jardín narra la vida en Italia de una mujer de New Hampshire que, con cuarenta y cinco años, llega a este país  apara acompañar y ayudar a un primo lejano, inválido y adinerado, que muere repentinamente al poco tiempo del arrivo. En vez de regresar a Nueva Inglaterra, Prudence, la protagonista, cae presa del amor de un apuesto e inesperado galán italiano, Tonio, con el que se casa. Viven en la Umbría en un pueblecito de montaña. Y allí se siente feliz, a pesar de las calles empinadas, una disparatada beatería y una incontable caterva de niños y familiares, a los que tendrá que cuidar. A los veinte meses fallece el esposo y Prudence se queda “sola” en el mundo, con un escaso peculio, ocho niños y otros familiares a su cargo, que explotarán afectiva y económicamente a la cándida norteamericana.
Mas, a pesar del agobio que le produce el cuidado y sustento de esta familia extensa, la protagonista suspirará y ahorrará con todas sus fuerzas para tener un jardín. Pero dinero ahorrado, dinero que es devorado por el insaciable apetito de algunos de los familiares. Al final de sus días, no obstante, puede contemplar el jardín imaginado: el gran paisaje que ocultaba el establo, la amplia llanura de Umbría, con los árboles, los ríos y los desperdigados y minúsculos pueblecitos brillando en las colinas.
Constance Fenimore Woolson
El Jardín refleja perfectamente la mentalidad del campesinado italiano y la percepción negativa que de él tiene la autora (“Pero la señora de Tonio Guadagni sabía del tradicional salvajismo de Asís y que aún había bastantes salvajes entre los campesinos del pueblo de montaña y sus alrededores”, página 43). Constata así mismo el amor, la generosidad, la abnegación y la candidez de la protagonista. Una lectura en clave actual -mucho más si se lee desde el feminismo-  descalificaría con toda probabilidad este relato anclado entre una visión arcaica y patriarcal de la mujer, ese ser abnegado que se entrega sin límites, y sus parcos sueños, a los que debe de renunciar debido a una incorrecta lectura del sentido del deber.
Relato intimista y a la vez costumbrista, adornado con precisas y detalladas descripciones y un buen dominio del ritmo narrativo. Todo ello cobijado en una encomiable y sagaz estructura narrativa que nos permite leer con cierto placer este pequeño fresco de un mundo que, hace ya muchos años, dejó de ser el de hoy.

Francisco Martínez Bouzas