miércoles, 13 de junio de 2012

AMELIE NOTHOMB Y LOS CUERPOS OBESOS

Una forma de vida
Amélie Nothomb
Tradución de Sergi Pàmies
Editorial Anagrama, Barcelona, 2012, 146 páginas.


Es la novelista francesa menos francesa de todas las que utilizan el francés, pero sin duda alguna es la que más libros escribe al año: tres de los que publica uno, que acostumbra ser el más vendido en el país vecino. Escribe con ejemplar tenacidad, como víctima de una compulsión bulímica. Setenta y cinco libros desde sus comienzos en la escritura a los veintiún  años. De ellos se han publicado dieciocho. Ella misma cree estar habitada por el hálito de una “escritora serial” que la obliga a escribir con absoluta disciplina, a  un ritmo insostenible, todos los días del año. Se autodefine como grafómana, como una maniática de la escritura, ya que si no escribe se vuelve peligrosa.
Es Amélie Nothomb. La “sale gosse”, la chica mala de la literatura francesa se reveló en efecto en 1992 como un prodigio precoz con Higiene de l’assassin, una novela que vendió más de trescientos cincuenta mil ejemplares. Años más tarde, con Stupeur e tremblements (1999), la escritora, que tiene siempre al Japón como país de referencia, conquistó definitivamente su público. Cientos de miles de ejemplares editados y vendidos y el galardón del “Gran Pris” de la Academia francesa.
Autora de obras breves y a la vez refinadas, hoy en día Amélie Nothomb es una escritora muy popular, autora de culto para algunos y uno de los fenómenos más interesantes de las últimas décadas, porque sabe conectar con inaudita complicidad con las inquietudes de nuestra época. Las novelas de Amélie Nothomb -y Una forma de vida no es una excepción- acostumbran estar escritas alrededor de algunos de los temas que definen o agobian nuestro mundo contemporáneo, acontecimientos o hechos recientes y sus viejas y perennes obsesiones. Una de ellas tiene que ver con su propio cuerpo: fue anoréxica desde los trece hasta los veintiún años.
Amélie Nothomb es desde hace mucho tiempo epistológrafa, epistológrafa convertida en escritora y esta novela pone a prueba su talento epistolar y su destreza como narradora. Su hábito de responder a todas las misivas de sus lectores está en el origen de la trama que reproduce en la ficción de Una forma de vida.
Así mismo y como casi todas las obras de la narradora que suelen tener un fuerte componente autobiográfico, en esta novela, aún sin reproducir ficcionalmente su propia vida, se incluye a si misma como personaje principal, en una línea de autorreferencialidad del yo, con claras repercusiones en el plano enunciativo, ejercido por una narradora en primera persona cuyo nombre es precisamente Amélie Nothomb, novelista de profesión.
La novela, en efecto, da comienzo cuando la novelista Amélie Nothomb recibe y lee una carta de un soldado norteamericano, Melvin Mapple, destinado en Irak desde el inicio de la guerra. Ha leído todos los libros de la escritora e inician entre ambos un epistolario que nos descubre de inmediato la enfermedad que contraen no pocos soldados en el frente de batalla: no se trata de una vergonzante enfermedad venérea, sino de la obesidad. En los seis años de la contienda, Melvin Mapple ha engordado ciento treinta kilos. Él y otros como él comen y recomen para no morir. El lector accede a este epistolario y entra en un estado de shock porque la correspondencia perfila un relato alucinante: Melvin Mappale identifica su obesidad con Scherezade, con una hermosa mujer tumbada sobre su cuerpo, cuya suavidad de enamorada acaricia por las noches. Los soldados americanos obesos son en Irak a la vez la mejor diana y los saboteadores. Los mandos los colocan en primera línea porque son el mejor escudo humano y su presencia actúa de pararrayos (“los iraquíes pasan tanta hambre que nuestra obesidad constituye una provocación, nosotros somos los primeros a quienes desean borrar del mapa” (página 31).
Pero también se consideran saboteadores porque al ejército le salen caros: comen en cantidades espeluznantes, cada mes deben de cambiar de uniforme e igualmente en gastos de salud e incluso judiciales su factura es elevada porque son obesos por culpa de George W. Bush. La comida es pues como mejor sabotean al sistema.
El soldado Mapple  se siente culpable de lo que ha hecho en Irak, aunque no tiene la sensación de haber sido él, sino su obesidad, que es su obra: algo involuntario, pero que tiene un sentido: ser capaz de hincharse cada vez más, convertirse así, por insinuación de la escritora, en Body Art que exprese ante el mundo el horror de la guerra. Es la elocuencia de la obesidad, llevada al esperpento, que hace que el soldado Mapple alimente con su obesidad sus fantasías artísticas.
En el desenlace, el humor surrealista, la ironía brutal y grotesca del relato toma un giro inesperado y da la impresión de que es la escritora la que paga el pato. Mas no es así, simplemente porque el mitómano corresponsal convierte su infierno en otro infierno y en una “forma de vida”, ya que la correspondencia con la escritora garantizaba su historia y, gracias a ella, tuvo durante unos meses lo que antes nunca había tenido: dignidad.
Una novela para gozar hasta extremos difícilmente imaginables. Y también para meditar. Cavilar sobre el problema del cuerpo y su aceptación, sobre el Body Art, sobre el horror y el sinsentido de la guerra, sobre el papel del escritor en la sociedad. Y una reflexión sobre la escritura: ser escritora, para Amélie Nothomb significa buscar desesperadamente la puerta de salida.
Quizás la novela más metaficcional de Amélie Nothomb por su carácter autorreferencial, con una estructura epistolar que mezcla hábilmente reproducción de cartas con un relato en primera persona que las sutura y que recupera lo mejor de la escritora belga: la crítica soterrada y afilada, el humor a la vez grotesco e irónico que retrata de forma descarnada los rasgos y los tics de una sociedad cada día más alienada y enloquecida.

Francisco Martínez Bouzas


Amélie Nothomb

Fragmentos

“Somos los primeros en aborrecer la apelación de gordos, y entre nosotros nos llamamos los saboteadores. Nuestra obesidad constituye un fantástico y espectacular acto de sabotaje. Al ejército le costamos caros. Nuestra comida es barata, pero la consumimos en cantidades tan espeluznantes que la factura debe de ser considerable. Menos mal que paga el estado. En determinado momento, a consecuencia de una queja de la intendencia, los mandos intentaron hacer pagar a los que repetían. Tuvieron la mala suerte de intentarlo no con un buen muchacho sino con nuestro colega Bozo, el gordo más malo por excelencia. ¡La cara que puso Bozo cuando el guardián le entregó la factura!  No me crea sino quiere, Bozo se la hizo tragar. Y cuando se la hubo tragado, Bozo gritó: «Puedes estar contento. Si vuelves a hacerlo, te comeré a ti». Nunca más volvió a hablarse del tema”

…..

“Querida Amélie Nothomb:
Su carta me llega en el momento adecuado. Mi moral no puede estar más baja. Ayer nos enzarzamos en una discusión con los delegados del contingente. Fue durante la cena. Nosotros, los obesos, solemos juntarnos para comer: eso nos permite atracarnos sin complejos, entre nosotros y no tener que soportar miradas y comentarios desagradables. Cuando uno de los nuestros se excede atracándose más de la cuenta, le felicitamos con un comentario elogioso de cosecha propia: «That’s the spirit man!» Esta frase activa nuestra hilaridad, a saber por qué.
Anoche, sin duda debido a la falta de combates de estos últimos tiempos, los otros se sentaron alrededor de nuestra mesa con la intención de provocarnos:
- ¿Qué tal bolas de sebo, cómo os va?
Como empezaban con suavidad, no nos preocupamos, y respondimos con las banalidades habituales.
-¿Cómo os las apañáis para comer así siendo ya tan enormes? Con vuestras reservas, no deberíais tener hambre.
-Tenemos que alimentar nuestros kilos –dijo Plumpy.
-A mi me repugna veros comer así – lanzó uno de los atontados.
-Pues no mires –respondí.
-Sí, pero ¿cómo lo hago? Monopolizáis todo el campo visual. Ya nos gustaría contemplar algo distinto, pero siempre hay un gordinflón que nos lo impide”

(Amélie Nothomb, Unas forma de vida, paginas, 37-38, 44-46.