miércoles, 18 de septiembre de 2013

LA IRÓNICA SABIDURÍA DE JULIO JURENITO



Julio Jurenito

Ilya Ehrenburg

Tradución de Lina Buzarra Hermosilla

Capitán Swing Libros, Madrid, 2013, 368 páxinas



  

   De forma oportuna, reedita Capitán Swing Libros un terxto publicado por primera vez en 1922, Julio Jurenito, considerado la mejor novela de Ilya Ehrenbug (Kiev, 1891 – Moscú, 1967). Julio Jurenito que puede presumir de ir rotulada con uno de los títulos más largos de la narrativa de todos los tiempos que, por curiosidad, reproduzco aquí (“Las extraordinarias aventuras de Julio Jurenito y sus discípulos Monsieur Delet, Karl Schmidt, míster Cool, Alexei Tishin, Ercole Bambucci, Ylya Ehrenburg y el negro Aisha. En días de paz y guerra y revolución, en París, en México, en Roma, en Senegal, en Kinieshma, en Moscú, y en otros lugares, y también las distintas opiniones del Maestro. Sobre el arte de fumar en pipa, sobre la muerte, sobre el amor, sobre la libertad, sobre el juego de ajedrez, sobre la raza hebrea, sobre la construcción y otras muchas cosas”), es un libro poco conocido, pero que en las manos lectoras se convierte en una verdadera joya literaria, disparatada y genial en igual proporción. Tan soviética como antisoviética, tan occidental como antioccidental. Novela de humor extremo y rayando el absurdo, que lo satiriza todo: el viejo continente europeo, tan alienado o esquizofrénico que se precipitó, casi sin darse cuenta, en la carnicería de la Primera Guerra Mundial; la utopía de la Revolución bolchevique; la religión y casi todas la convenciones y hábitos sociales. “En Jurenito, escribe el mismo Ehrenburg, estigmaticé toda suerte de racismos y nacionalismos, denuncié la guerra, la crueldad, codicia e hipocresía de los hombres que la provocaron”.

   Pero ¿quién es esta mente autorial que escribe no para las élites, élites actuales de inútiles y perdidos, sino para los pueblos venideros, para que no caigan en los mismos errores del pasado? Considerado el corresponsal de guerra más popular de toda la prensa soviética (Vasili Grossman), Ehrenburg fue un escritor y periodista soviético, de ascendencia judía, que cubrió la mayoría de las guerras. Tras su participación en las revueltas estudiantiles en la Universidad de Moscú de 1905, emigró a París donde inició su carrera como escritor bajo la influencia de Verlaine. En la capital francesa trabó así mismo amistad con Picasso, Apollinaire y Fernand Léger. Corresponsal en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial, en 1917 retornó a su país. Aunque simpatizaba con la revolución bolchevique, no se sentía a gusto en la Unión Soviética, y en 1921 volvió a autoexiliarse. Ese mismo año escribió Julio Jurenito. Corresponsal más tarde en la Guerra Civil española, escribió varias obras que lo reconciliarían con el régimen soviético. A partir de 1950 se convirtió en una destacada personalidad, sobre todo cultural, de la URSS.

   La acertada combinación de humor, sentido del absurdo y agudas sátiras sociales convierten a Julio Jurenito en una novela tan original como actual. En la misma Ehrenburg crea la ficción del Maestro mexicano Julio Jurenito, un personaje que amalgama en su figura la sabiduría, la ironía y un acusado sentido de lo pintoresco. Personaje sin principios, a pesar de que los defiende apasionadamente, se rodea de una “selecta” tropa  de discípulos que, más que personajes de lo más variopinto, son  estereotipos  de sus propias nacionalidades y de los que se sirve para revelar y satirizar, deformándolos hasta el esperpento, los defectos de las mismas. La denuncia de este profeta de artistas excéntricos, banqueros, filósofos y parias, delineada con un toque bastante iconoclasta, no resulta por ello menos contundente.

   En treinta y cinco capítulos Ehrenburg, escribiendo con un ritmo ágil, nos sirve en bandeja y a través de una lupa deformadora los avatares surrealistas del Maestro mexicano y de su troupe de estrafalarios discípulos entre los que se incluye a sí mismo, pues Ehrenbrug ejerce a de autor, narrador y personaje representante de los judíos, a los que satiriza  con la misma intensidad con la que retrata al resto de nacionalidades.

   Novela esperpento pero muy coherente con la realidad que capta y plasma, de la que es fiel reflejo, y que no ha perdido actualidad porque las condiciones en las que fue escrito Jurenito en 1922 son en esencia las mismas de nuestros días, aunque las designemos eufemísticamente con otros nombres: la guerra sigue instalada en el corazón de los pueblos, muchos países siguen siendo colonizados por el subdesarrollo y la explotación, navegamos, quizás más que nunca, por mares y océanos de crisis, inseguridades y falsedad, se sigue discriminando a los pobres y continúa habiendo sociedades que son al mismo tiempo socialistas y nacionalistas. Y el fascismo no ha muerto, porque, incrustado en el corazón de muchas personas, pocas veces se le hace frente de la misma forma que refleja este breve texto de Ilya Ehrenbrug: “En la Europa de los años treinta, inquieta y humillada, era difícil respirar. El fascismo avanzaba, y avanzaba impunemente. (…) Pero hubo de pronto un pueblo que aceptó el reto. No se salvó a sí mismo ni salvó a Europa, pero si para la gente de mi generación queda algún sentido de las palabras «dignidad humana» es gracias a España.”



Francisco Martínez Bouzas






Ilya Ehrenburg

Fragmentos



“Julio Jurenito también nos contó cómo había organizado en México una «Agrupación de Prostitutas para la ayuda a las damas de sociedad». Las prostitutas, al ver con qué envidia las observaban en el café las «damas virtuosas», y a fin de corresponder a las distintas empresas filantrópicas de las mundanas señoras, se dirigieron a ellas patrocinadas por Jurenito con el siguiente llamamiento: «Queridas colegas, nuestro análogo trabajo es igualmente duro y exige solidaridad. Si nosotras sufrimos a causa de la variedad, entregadas al eterno disfrute de vuestros maridos, que con frecuencia os resultan repulsivos, realizáis un trabajo no menos duro. Por eso hemos decidido acudir en vuestra ayuda. Aquella de vosotras que guste de las caricias de su marido puede hacer la correspondiente declaración en nuestra «Sección de defensa del matrimonio». Limitaremos el derecho de asistencia a nuestros establecimientos de dichos maridos a una sola vez al mes, obligándoles además, mediante un recibo formal, a dedicarse a sus esposas no menos de treinta y seis noches al año. Pero existen otras entre vosotras que ansían en vano las alegrías del sexo. Nosotras, entre miles, a veces encontramos uno, dos, tres, un pianista, un chulo, un huésped ocasional, pero estas pobres se ven condenadas a los tormentos de la prisión. Organizaremos para ellas unos «martes» especiales, prometiéndoles guardar el secreto, y una inspección por parte de la Agrupación de los más dotados de nuestros huéspedes». Jurenito nos dijo que «el grupito» gozó de un éxito sin precedentes, pero que medio año después, fue descubierto por la policía y arrestaron a su presidenta.”



…..



“En el mitin de las prostitutas Alexei Spiridonovich se despachó a discreción recordando entre sus citas a Soniechka Marmeladova y a santa María Egipciaca. Pidió a todos perdón y, por su parte, también perdonó a todos; luego contó su vida, y finalmente propuso a las allí reunidas que se «lavaran» en las aguas del Jordán revolucionario y luego se dedicaran a coser los calzones «de los valientes defensores de la libertad y de la patria». Muchas lloraron. Después algunas ciudadanas exigieron el alza de tarifas. Alexei Spiridonovich intentó hablar de nuevo, pero rompió a llorar de emoción, y fue consolado por una compasiva María Egipciaca que murmuraba: «¡Camarada caballero, es usted terriblemente atractivo!» El mitin de los ministros se caracterizó por su parte por la extraordinaria afluencia de personas, ya que asistieron a él todos los antiguos, actuales y futuros ministros de numerosos gobiernos. Por entonces la gente no permanecía mucho tiempo en el cargo de ministro, y cualquiera podía esperar convertirse, de un día para otro, en ministro de algo. Al circo llegaron, en efecto, no menos de dos mil personas. El Consejo debió ser aplazado por tan funesto motivo, y todos los ministros, incluso los futuros, se arrepintieron y prometieron que aunque fueran ministros nunca iban a serlo en realidad. Nos hablaron entonces muy poéticamente, sobre el mar, el ocaso, las herrumbrosas cadenas y llaves que abren corazones. En general yo temo a los ministros, pero estos no parecen en absoluto temibles.”



(Ilya Ehrenburg, Julio Jurenito, páginas 78-79, 245-246)

martes, 10 de septiembre de 2013

LA MUJER PERRO DE CAROLA AIKIN



 
Mujer perro
Carola Aikin
Editorial Páginas de Espuma, Madrid, 2012, 165 páginas.

 

    Carola Aikin, formada literariamente en uno de esos talleres de escritura creativa, aquí se encuentra y nos encuentra con este su segundo libro de cuentos, enfrentada a si misma, como le dijo su maestra Clara Obligado y lactando de ese misterioso y caprichoso manantial que es la inspiración o dicho quizás con palabras más apropiadas: de la magia de la creación. Y en una especie de viaje en espiral, como ella misma se define. En espiral porque, en buena medida, la substancia más profunda de los relatos de Carola Aikin está simbolizada en el dibujo que ilustra la portada, de la autoría de su propia hermana, Helena Aikin: la mujer ser racional e irracional a la vez, suturada a su sombra inferior, a su lado animal, salvaje, condición que, por cierto comparte con el varón. Seres femeninos “sapiens” y úbricos en “su lucha por controlar ese lado salvaje y a la vez vivir”, como lo expresa la misma autora.
   Por eso mismo, ya de entrada, me parece oportuno un detalle del paratexto: la estrofa de de Jeannette  Winterson que inaugura esta colectánea de cuentos: “Soy demasiado inmensa para el amor. Nadie, ni varón ni hembra, se ha atrevido jamás a acercárseme”.
   La arquitectura compositiva de la obra de Carola Aikin se yergue sobre dieciséis cuentos de desigual extensión, aunque predominan las distancias cortas. Y una novela breve, “La expedición” por cuyo trayecto circulan varios personajes con los que nos hemos familiarizado en los relatos.
   Clara Aikin articula esta antología de textos de recompensa inmediata a base de un desfile de personajes y con una idea subyacente: la búsqueda de la identidad, la urgencia por definirnos en el maremagnum de las relaciones sociales con las que interactuamos y que, en buena medida, también nos constituyen. Explora pues la escritura de Carola Aikin lo más recóndito de nosotros mismos, que suele forjarse non en los contactos beatíficos, sino en los conflictivos. Una exploración que detectamos ya en el primer relato: una hembra, que vislumbramos como mujer y como gorila. La mujer sirena, a la vez también mujer perro, que luce su cola en el segundo relato, es así mismo un interrogante sobre la identidad cuando poseemos o somos poseídos. En otros cuentos como “Mujer cubo” la incógnita se refiere a los trabajos realizados. ¿No son también acaso ellos los que nos van definiendo, muchas veces entre desagradables sorpresas? Y con similares procedimientos en el resto de los cuentos, en una pugna  por aproximarse al menos a los aledaños del propio ser, entre luchas, conflictos y tensiones.
   La micronovela, tan extraña como estos cuentos protagonizados por seres metamorfoseados que ahora reaparecen de nuevo en una expedición por África, desbordados por sensaciones de desconcierto, extravíos, ansiedad. El terror y lo siniestro tiñe la atmósfera de la que respiran y muy pronto en el grupo impera la máxima hobbesiana: el hombre, un lobo par el hombre que, traducida al lenguaje de hoy, le hace decir a uno de los expedicionarios: “nos devoramos unos a otros”. Presos y depredadores, aunque solo sea simbólicamente.
   Los textos de Carola Aikin, rebosantes de referencias a la animalidad,  a lo zoológico, harán pensar a más de un lector en las tesis sociobiológicas que en pasadas décadas intentaron explicar la conducta humana únicamente desde nuestras raíces biológicas. No obstante, las prosas de Carola Aikin non caen en tal asimilación. Sus metamorfosis no traspasan el umbral de lo simbólico y el animal se nos presenta como un ser diferente, eso sí, inquiriéndonos a veces de forma desconcertante desde su alteridad. Por otra parte, en alguno de los cuentos la autora apuesta inequívocamente a favor de la singularidad, la singularidad de esa progenie de mujeres perro “que no tienen rango, no se pueden domesticar” (página 74).
   Todo esto, tejido con una lengua a veces exquisita, otras henchida de imágenes y texturas de gran potencia, hacen que el lector de Carola Aikin se sienta atrapado por estas paginas repletas de interrogantes.

Francisco Martínez Bouzas



Carola Aikin

Fragmento

“Ella se llama Gina, Gina andares de reina, Gina cabellos rojos y largos, bellísima entre las bellas orangutanes del harén. Al amanecer Gina juega a besarse en la boca con sus crías (…) En uno de los nidos de arriba duerme el macho, el gran Gambar, y la nueva hembra que le acaban de traer. Los demás nidos los ocupan las otras hembras que para Gina no tienen la menor importancia pues no han podido concebir. Gina hace todo el ruido que puede para despertarlas y cuando lo ha logrado les roba sus raciones de caña de azúcar y mandioca y se lo lleva todo a la gran piedra que está en el centro de la jaula, donde espera a que baje Gambar para hacer con ella el amor. Así es como Gina, con el vientre apoyado en la piedra, conquista al gran macho casi todas las mañanas (…) La becaria entiende perfectamente el mensaje de los ojos pequeños, vivos, ligeramente asimétricos de Gina. Le dice lo mismo cada día, cuando se planta ahí, frente a la jaula, cronómetro en mano, bolígrafo o lapicero rojo, hoja de datos preparada, melena lacia, dos senos grandes que estallan dentro del sujetador. Tetona le dice. Camiseta apretada, pantalón caqui, como de expedición, pies largos y estrechos, sandalias doradas. Me encantan tus sandalias, pero odio tus ojos. Y Liliana baja la vista al suelo. Borracha, te odio. ¿Con quien estuviste ayer”.

(Carola Aikin, Mujer perro, páginas 70-71)     

lunes, 2 de septiembre de 2013

LA EMERGENTE NARRATIVA IBEROAMERICANA



Emergencias
Doce cuentos iberoamericanos
Varios autores
Edición y prólogo de Jorge Carrión
Epílogo de Juan Villoro
Editorial Candaya, Les Gunyoles-Avinyonet del Penedés, Barcelona, 2013, 239 páginas.


   En el año 1965 el editor gallego argentino Francisco Porrúa tuvo la primera noticia de Gabriel García Márquez por boca del escritor chileno estadounidense Luis Harss, autor del libro Los nuestros, una obra que presentaba relatos de diez narradores que consideraba representativos de la nueva literatura latinoamericana. El contacto con aquel libro le permitió a Francisco Porrúa enterarse de la obra de Gabriel García Márquez y contactar con el escritor colombiano. Dos años más tarde, la Editorial Sudamericana, cuyo director literario era Porrúa, editaba por primera vez Cien años de soledad. Así pues, en el inicio de la trayectoria literaria de García Márquez hubo un cuento.
   Este libro que hoy comento y que reúne doce relatos de otros tantos escritores iberoamericanos, es posible que también le abra la senda o sea el inicio de la trayectoria literaria de algún gran escritor que, a su manera, siga los derroteros de Gabo. Por medio de esta publicación doce escritores comienzan a significar algo para los lectores. Y lo hacen mediante el género que tienen más a mano. En talleres de creación literaria, escuelas de escritura o facultades universitarias han velado sus primeras armas y en esta publicación colectiva recogen los resultados. Emergen, se hacen visibles mediante variadas estrategias narrativas, todas ellas ancladas en el minúsculo arenal que es la brevedad. Relatos variados que tocan múltiples temas y emplean distintas estrategias narrativas, tal como lo hizo la literatura de siempre y lo reitera la de nuestro tiempo. Emergencias es pues un libro plural en todos los aspectos: sus autores proceden de diversos países iberoamericanos y sus temas, estrategias y estilos son igualmente dispares.
   La engañosa brevedad de estos cuentos representa, sin embargo, modos muy personales de crear. Gimnasios naturales, como hacer notar Jorge Carrión, editor y prologuista de Emergencias.  A través de ellos, en efecto, Antonio Galimany (Rosario, Argentina, 1987), Mónica Ojeda (Guayaquil, Ecuador, 1988), Ramón Bueno Tizón (Lima, 1973), Mariana Font (Montevideo, 1977), Carlos Gómez Pérez (Barcelona, 1969), Tomás Sánchez Bellocchio (Buenos Aires, 1981), Jari Malta (Montevideo, 1985), Eduardo  Ruiz Sosa (Culiacán, México, 1983), Carolina Bruck (La Plata, Argentina), Yannick García (Amposta, España, 1979), Wilmar Cabrera (Palmira, Colombia, 1970) y Alex Oliva (Barcelona, 1974) nos ofrecen una muestra de su hacer literario.
   Muestras que  moldean relatos muy narrativos todos ellos, pero narraciones de la cotidianidad.  No narran avatares y sucesos excepcionales, sino el acontecer diario de personajes muy variopintos. Líneas pues de la vida cotidiana con nulos o escasos momentos de suspenses, con excepción del relato que cierra la antología,”Nuestra casa” de Alex Oliva. En él el autor nos permite acompañar a una pareja que con entusiasmos explora su nueva casa. Son los primeros vecinos de una nueva promoción. Pero muy pronto aparecen problemas en la edificación hasta que la situación, entre la soledad y la desolación, la quiebra o el silencio de la promotora, se hace insostenible.
   Tematización pues de historias muy variadas en las que, sin embargo, podemos ver ciertos rasgos comunes, reflejo de un mundo en crisis, con espacios de precariedad e incertidumbres; roturas de pareja y de familias, extrañeza y alejamiento frente a las instituciones tradicionales (familia, matrimonio, estado); presencia agobiante  de seres desamparados. Apertura y variedad de estímulos y referentes, entre ellos la intertextualidad, especialmente con Vila-Matas, con Roberto Bolaño, Ricardo Piglia o incluso con Diderot.
   Un sustancioso epílogo de Juan Villoro sobre los talleres de escritura de los años setenta y, en concreto, sobre su experiencia en el de Augusto Monterroso y sus enseñanzas sobre la elaboración del cuento, recopiladas en un decálogo, pone el ramo y clausura esta muestra plural -y yo apostaría que representativa-  de  la emergente narrativa iberoamericana ofrecida en formato breve.

Francisco Martínez Bouzas



Fragmentos

“En la segunda fotografía, María Ozawa nos mira desde la lejanía de sus inmenso poder, el rostro inclinado hacia la derecha. Una mano hunde sus dedos entre su cabello negro, desordenado intencionalmente. La otra mano cae sobre su muslo interior, junto a su bajo vientre, ahí donde el Monte de Venus da María Ozawa se enciende como una mata salvaje y lúbrica. No es el enterizo ajustado de malla que trae puesto lo que perturba y conmueve al espectador. Tampoco la turgencia de sus pechos, medianos y preciosos. Lo que sobrecoge es la naturaleza agreste de su vello pubiano, de una oscuridad arcana, intimidante pero magnética al mismo tiempo. Como una flor carnívora, hermosa y espeluznante. O como una tarántula, posada entre las piernas de una hafu.”
(Ramón Bueno Tizón, “María Ozawa”, páginas 50-51)

…..

“Vuelve andando a su bloque. Pasea por el patio trufado de excrementos de animales. En el antiguo césped comunitario crecen hierbas que le llegan ala rodilla, al lado de zonas en las que la tierra ha quedado al descubierto. La piscina está medio vacía. Dentro solo un metro de residuo oscuro cubierto de hojas muertas entre las que se adivina el cadáver de un ave bastante grande. Se sienta en el suelo. El nudo en la garganta le causa un dolor nada metafórico, atroz, de laringe aplastada. Vuelve a tantear el papel que lleva en el pantalón. Lo saca. Lo desdobla con cuidado. Lo mira por enésima vez: un dibujo a lápiz, a medio hacer y tachado. Lo vuelve a doblar con extrema precaución. Con los ojos cerrados besa ligeramente el papel antes de guardarlo de nuevo en el bolsillo.
Se le ocurre que, si estuviese quieto el tiempo suficiente, las hierbas lo irían rodeando, consumiéndole poco a poco.”
(Alex Oliva, “Nuestra casa”, página 219)