domingo, 23 de marzo de 2014

RELEYENDO A PABLO NERUDA



La piel extensa
Antología
Pablo Neruda
Selección: Gerardo Beltrán y Abel Murcia
Ilustraciones: Adolfo Serra
Editorial Luis Vives (Edelvives), Zaragoza, 2013, 140 páginas.


    Un día como hoy en el que son exhumados en Isla Negra, frente al Pacífico, los restos mortales de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto para comprobar si su fallecimiento se produjo de forma natural o por envenenamiento ordenado por la dictadura pinochetista en 1973, es una buena ocasión para perdernos, una vez más, entre los sones de la voz poética de aquel joven poeta que tomó del checo Jan Neruda el pseudónimo que utilizó para ocultar a su padre sus precoces actividades poéticas, plasmadas en la colección de poemas de amor más leída y reproducida del mundo, Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
   Y una buena forma de hacerlo es degustar este amplio ramillete de sus poemas, antologados  por Gerardo Beltrán y Abel Murcia, y hermosamente editados, hace apenas unas semanas por Editorial Luis Vives (Edelvives). En efecto, en las páginas de esta antología, La piel extensa, se halle  una muestra significativa del legado poético de Pablo Neruda: las huellas y el rastro de quien siempre tuvo seguridad en el hombre y nunca perdió la esperanza. Y confiaba que, con paciencia, la poesía no habrá cantado en vano como dijo en su discurso de recepción del Nobel.
   Pablo Neruda, poeta político a partir de 1936, se aproxima gradualmente a las realidades sociales. Su experiencia de la Guerra Civil española, como dice en Memorial de la Isla Negra, le abre los ojos para hacerse sensible a la cruda y dolorosa verdad de su propio país. Pero quizás el gran problema de la poética nerudiana, como en sus día hizo notar José María Valverde, es que su poema social, político e histórico empieza y no acaba nunca, porque habla, en las tres versiones diferentes y sucesivas, de lo humano y de lo menos humano (la naturaleza, la geología, los ríos y los mares, los pájaros y las plantas, el pasado histórico y el presente).
   Pablo Neruda, “adherido” tardíamente a la causa de una ética cívica,  pone entonces al servicio del ideal de justicia su voz poética. Como activista político lo había hecho mucho antes. Neruda, siendo cónsul de su país en la capital de España, tomó partido por el Madrid bombardeado, lo que hizo que su gobierno le destituyera. Desde París, trabajando primero con Cesar Vallejo en un comité de ayuda a la República y más tarde como cónsul en París, tras el triunfo del candidato del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda, siendo ministro de salud pública en Chile Salvador Allende Gossens, conseguirá fletar aquel viejo mercante, el Winnipeg, barco de la diáspora pero también de la esperanza para los republicanos españoles que huyen de la represión franquista y son acogidos fraternalmente en Chile.
   La presente antología distribuye muchos de los poemas más importantes y significativos de Pablo Neruda bajo siete epígrafes. “El amor”: un tema recurrente en la poesía del vate chileno. Sus amores adolescentes y su último amor, algunos con nombre propio, siguen viviendo en sus poemas. “La poesía”: “ese pasamanos con el que podemos contar cuando está oscuro y resbaloso”, obra del poeta, “alguien que está entre la sombra y el espacio con la boca llena de noche y de agua”. “El mar”: siempre presente en la obra nerudiana, con distintas caras y estados de ánimo  y que a veces se convierte en inmensidades oceánicas. “El tiempo”: que dura mientras dure la memoria. “Un espacio para los sentidos”: porque Neruda es un poeta sensual y por eso sus poemas están repletos de sensaciones (luz, sombras, aromas, sonidos, frío, calor…). “La naturaleza en vuelo”: la naturaleza en la poesía nerudiana tiene palabra y cientos de nombres y en ella cabe todo, la sublime e indomable geología y la humilde cebolla. “Y al final unas preguntas”: todos queremos saberlo todo -también los gatos- y para eso es la poesía, esa gran verdad del mundo.
   Más de cincuenta poemas antologados en La piel extensa, a los que las ilustraciones de Adolfo Serra no solo decoran con colores y formas, sino que expresan la substancia de lo enunciado por uno de los grandes poetas de todos los tiempos.

Francisco Martínez Bouzas



 
Pablo Neruda
Fragmentos

FINAL

“Matilde, añosos días
dormidos, afiebrados,
aquí o allá,
clavando,
rompiendo el espinazo,
sangrando sangre verdadera,
despertando tal vez
o perdido, dormido:
camas clínicas, ventanas extranjeras,
vestidos blancos de las sigilosas,
la torpeza en los pies.

Luego estos viajes
y el mío mar de nuevo:
tu cabeza en la cabecera,

tus manos voladoras
en la luz, en mi luz,
sobre mi tierra.”

YO VOLVERÉ

“Alguna vez, hombre o mujer, viajero,
después, cuando no viva,
aquí buscad, buscadme
entre piedra y océano,
a la luz procelaria
de la espuma.
Aquí buscad, buscadme,
porque aquí volveré sin decir nada,
sin voz, sin boca, puro,
aquí volveré a ser el movimiento
del agua, de
su corazón salvaje,
aquí estaré perdido y encontrado:
aquí seré tal vez piedra y silencio.”

(Pablo Neruda, La piel extensa. Antología, páginas, 27,62)